Terminada esta fortificación, los exploradores de César observaron que algunas cohortes, aproximadamente una legión, estaban detrás del bosque y se dirigían al antiguo campamento. La situación del campamento era ésta. Días pasados la novena legión de César, cuando se opuso a las tropas pompeyanas e intentaba rodeadas con obras de fortificación, como ya se ha dicho, colocó el campamento en este lugar. Estaba junto a un bosque y distaba del mar unos trescientos pasos. Después, habiendo cambiado de propósito por algunas causas, César llevó el campamento un poco más allá,
y al cabo de algunos días lo ocupó Pompeyo; pero como te¬nía la intención de colocar allí más legiones, conservando el parapeto interior amplió la fortificación. Así pues, encerrado el campamento menor dentro del mayor, venía a ser como fuerte y ciudadela. Igualmente hizo una trinchera, de aproximadamente cuatrocientos pasos, desde el ángulo izquierdo del campamento hasta el río, a fin de que los soldados hiciesen provisión de agua sin ningún peligro. Pero también Pompeyo, cambiando de propósito por algunas razones que no es necesario citar, había abandonado este lugar. Así pues, el campamento había estado vacío durante varios días; sin embargo todas sus fortificaciones estaban íntegras.
Los exploradores anunciaron a César que las insignias de una legión habían entado en aquel campamento. Confirmaron esta noticia igualmente desde algunos fuertes eleva¬dos. Distaba este lugar del nuevo campamento de Pompeyo aproximadamente quinientos pasos. Esperando César poder sorprender a esta legión y deseando resarcirse de las pérdidas de aquel día, dejó en las obras de fortificación de su propio campamento dos cohortes para que diesen la sensación de que se seguía fortificando; él mismo, por otro camino y lo más ocultamente que pudo, sacó del campamento en doble línea las treinta y tres cohortes restantes, entre las que estaba la novena legión, que había perdido muchos centuriones y había visto reducido el número de sus soldados, y las condujo contra la legión de Pompeyo y el campamento menor. No se equivocó en su primera intención. Pues llegó antes de que Pompeyo pudiera advertido, y, aunque eran grandes las fortificaciones del campamento, sin embargo, atacando rápidamente a los pompeyanos por el ala izquierda, donde él mismo estaba, los expulsó de la trinchera. Estaba colocada en la puerta una máquina de guerra llamada erizo. Aquí se luchó algún tiempo al intentar los nuestros entrar y defender los pompeyanos el campamento, luchando valientemente en este puesto Tito Puleyón, cuya intervención, se ha dicho, propició la entrega del ejército de Gayo Antonio. Sin embargo, los nuestros vencieron por su valor y, roto el erizo, irrumpieron primeramente en el campamento mayor, después incluso en el castillo que estaba dentro de este campamento mayor, y, como la legión vencida se había refugiado allí, mataron a algunos que hacían resistencia.
Pero la Fortuna, que puede mucho en todo, y especialmente en la guerra, produce un gran cambio de circunstancias en breves momentos, como entonces sucedió. Las cohortes del ala derecha de César, al buscar la puerta, por desconocimiento del lugar, siguieron la fortificación que, como hemos dicho antes, iba desde el campamento al río, creyendo que correspondía al campamento. Al advertir que estaba unida al río, rompiendo la fortificación sin que nadie la defendiera, la atravesaron y toda nuestra caballería siguió a estas cohortes.
Mientras tanto, Pompeyo, después de esta larga demora y conocida la situación, sacó la quinta legión de las obras de fortificación y la llevó en socorro de los suyos; al mismo tiempo su caballería se aproximaba a nuestros jinetes; nuestros soldados, que habían ocupado el campamento, veían su línea de combate formada y todas las circunstancias variaron súbitamente. La legión pompeyana, animada con la esperanza de rápido socorro, intentaba resistir en la puerta decumana e incluso atacaba a los nuestros espontáneamente. La caballería de César, dado que ascendía por los terraplenes en un camino estrecho, temiendo por su propia retirada, empezaba a huir. El ala derecha, que estaba separada de la 3 izquierda, al advertir el terror de los jinetes y a fin de no ser arrollada dentro, se retiraba por aquella parte de la fortificación que había roto, y muchos de ellos, para no caer en aquel espacio estrecho, se precipitaban en las fosas desde el
parapeto de diez pies de altura arrollados los primeros, sobre sus cuerpos se procuraban los demás salida y salvación. Los soldados del ala izquierda, viendo desde la estaca¬da que Pompeyo se aproximaba y que los suyos huían, temiendo quedar encerrados en aquella estrechura y teniendo al enemigo dentro y fuera se ponían a salvo aprovechan¬do para retirarse el mismo camino por donde habían venido; todo era confusión, temor, huida, hasta el punto de que, al ordenarles César detenerse tomando por su propia mano las insignias de los fugitivos, unos, dejando los caballos, prosiguieron la carrera; otros, por miedo, incluso perdieron las insignias, y absolutamente ninguno se detuvo.
En circunstancias tan graves, evitó la destrucción de todo el ejército el hecho de que Pompeyo, temiendo una emboscada -según creo--, puesto que todo esto había sucedido sin que lo esperara, y poco antes había visto a los suyos huir del campamento, no se atrevió durante algún tiempo a aproximarse a las fortificaciones, y su caballería quedaba entorpecida en la persecución por la estrechura del espacio ocupado además por las tropas de César. Así, circunstancias poco importantes tuvieron gran transcendencia para ambas partes. Pues la fortificación que iba desde el campamento hasta el río impidió, cuando había tomado el campamento de Pompeyo, la victoria segura de César, y esta misma circunstancia, al retardar a los perseguidores, salvó a los nuestros.
César se lanza a la toma del campamento, de unas fortificaciones que conoce... y su flanco derecho se encuentra perdido entre ellas "por desconocimiento del lugar". Parece bastante evidente que nadie se preocupó de que acompañase a esas cohortes alguien que sí conociera el lugar y menos que esa partida la integrasen cohortes que conociesen la zona. Por otro lado, César no despliega ninguna tropa para hacer frente al previsible contraataque de Pompeyo. Es la simple aparición en la distancia de las tropas de Pompeyo lo que desencadena la huida generalizada de sus tropas. La operación de preparó mal, como prueba el que el flanco derecho cesariano se extraviara antes de llegar a su destino, y se realizó mal como demuestra que la simple visión de las tropas de Pompeyo a lo lejos provocara la desbandada: los soldados sabían no se había tomado ninguna previsión para retrasar un ataque desde el campamento de Pompeyo y que se habían metido en una ratonera.
Desde el punto de vista de Pompeyo -que avanzaba con una sola legión- la única explicación posible para que César hubiese cometido un error así y para encontrase con que no había nada que impidiese el avance de sus tropas debió ser que no era un error, sino una celada.