Domper escribió:
Respecto a la modernización de los mosquetes, no lo tengo yo tan claro, porque ahí el punto clave es la resistencia del cañón. Cuya fabricación en el siglo XVII no permite albergar demasiadas esperanzas. Sustituir una llave por otra, sí, tal vez incluso adaptar a percusión. Pero no podrán disparar con cargas mayores ni con proyectiles con menos holguras (nada de rayado o de Minié) so riesgo de que revienten.
Los cañones se cambian. Durante el siglo XIX grandes existencias de mosquetes de ánima lisa fueron reconvertidos a "
rifled muskets" (Y tabién en escopetas) mediante la sustitución del cañón para complementar la insuficiente producción de fusiles y carabinas (Y para reducir parcialmente el enorme coste que para los estados estaba suponiendo renovar sus arsenales).
Eso, cuando llegue el momento en el que la producción de cañones taladrados y rayados se vuelve suficientemente económica, es perfectamente viable, pero claro, a décadas vista.
En cuanto a la producción de mosquetes, sigo en mis trece, la estimación del SH me parece no solo perfectamente razonable, sino como el indica, generosa, obviamente en cuestión de unos años, tanto al aumentar la capacidad de los productores actuales como al irse reconvirtiendo el resto de los centros de producción, se disparará, pues a corto plazo, poco a poco, los asentistas y sus artesanos, que eran los que hacían frente a los picos de producción requeridos por el estado se irán cualificando para producir los mosquetes de chispa a buen ritmo, siempre y cuando el Rey (o el estado), pague bien y regularmente para que los artesanos puedan mejorar sus métodos y dedicar el tiempo y los recursos necesarios a la fabricación de armas adecuadas.
Supongo que eso, entre otras cosas, evitará al reino el tener que recurrir a realizar grandes compras de armamento a grandes centros de producción como Lieja, repercutiendo el importe de esas compras directamente en los fabricantes de la península y alimentando la mejora de los procesos.
Por ejemplo, en ASENTISTAS Y FABRICANTES: EL ABASTECIMIENTO DE ARMAS Y MUNICIONES AL ESTADO EN LOS SIGLOS XVII Y XVIII, se escribe:
6. Las armas ligeras. El gremio fabricante y el comerciante asentista.
Si los cañones y municiones tenían su problemática fabril, las armas ligeras,
en concreto los fusiles y las pistolas, tenían las suyas. En este caso no se trataba de
la necesidad de grandes hornos de fundición y muchos gastos de inversión, sino
al contrario, de ferrerías pequeñas, pero cuyo producto debía ser luego trabajado
por manos expertas. Los fabricantes de pistolas y fusiles se consideran, sobre todo,
artesanos y como tantos de su clase, están agremiados. Más allá del taller personal
de cada maestro, está el colectivo gremial que, en este caso, se tenía que coordinar de
alguna manera para poder satisfacer las necesidades de la Administración.
Desde el siglo XVI funcionaban en Guipúzcoa diversos centros de fabricación
de armas ligeras, de organización gremial. Ese trabajo tenía que ser controlado
y así aparece en 1576 la figura del veedor, nombrado por el rey. El Estado podía
de este modo controlar la producción de todos los talleres, así como su calidad.
Controlaba, además, la venta del producto, para asegurar que no fuera a particulares
mientras el Estado no estuviere abastecido. Esos cometidos se realizaban
desde la Casa Real de Placencia, que funcionaba como centro administrativo. El
conjunto, sin embargo, llevaba el nombre de Reales Fábricas, por los privilegios
que gozaba. Poco a poco, el control administrativo fue creciendo, a la vez que
se perdió la libertad de mercado en la medida en que durante algún tiempo
solo se permitió la venta de armas al ejército, lo que fue una clara realidad desde
comienzos del siglo XVII. A causa de las dificultades económicas de este siglo, la
Hacienda pagaba tarde y menos de lo debido, por lo que a veces fue necesario
recurrir a ingresos extraordinarios. La producción iría en aumento hasta mediados
de siglo, para decaer después. En el siglo XVII ya trabajaban en Placencia cuatro
gremios principales, cajeros, cañonistas, chisperos y aparejeros, fundamentalmente
los mismos que seguirían haciéndolo en el siglo XVIII.
La producción decayó en la segunda mitad del siglo XVII y fue probablemente
con el estallido de la Guerra de Sucesión, cuando se tomaron medidas para reactivar
la producción con un fuerte control estatal [...]
Los maestros examinadores se encargaban de verificar la adecuación de las piezas y armas entregadas, que debían
ser aceptadas, a lo estipulado en el asiento. El acuerdo fijaba en 12.000 los fusiles
anuales que se habían de entregar. Una de las principales novedades que produjo
el retorno al sistema de asientos fue la posibilidad de que los armeros volvieran
también a fabricar armas para el mercado privado, siempre que no tuvieran contratos
pendientes con el rey; pero esta libertad no funcionó bien, bajó la calidad de
lo entregado al rey y a veces no se cumplió con las entregas. Todo esto produjo
también conflictos entre el asentista y los gremios. Se acusó al asentista de poner
sus intereses por delante de los del rey y de hacer que fueran pocos los artesanos
que trabajaran para la Corona.
La Corona vio la solución a los problemas en la Real Compañía Guipuzcoana
de Caracas. Dado que la Compañía debía dinero al rey, se pensó que una manera de
solucionarlo sería entregándole el asiento de abastecimiento de armas de Plasencia.
En adelante el asiento se financiaría con cargo a los derechos de navegación
devengados por la Compañía98, lo que ocurriría a partir de 1735. De esta manera
se pudo pagar a los armeros y la producción creció, sin por ello prescindir del
mercado privado. Antes de 1747, cuando las relaciones entre la compañía y la fábrica se suspendieron, se producían unos 18.000 fusiles al año.
PD: No debemos olvidar que, a veces, los asentistas no solo de España, sino también de otros estados europeos, satisfacían los grandes picos de producción de armas para sus reyes recurriendo a los artesanos de Lieja.