APVid escribió:cornes escribió:En el Pacífico no fue infrecuente que los soldados norteamericanos narrasen que eran capaces de oler a sus enemigos incluso dentro de sus refugios. En las guerras de la jungla, tanto en la IIGM como en las emergencias posteriores, Indochina, Vietnam, etc, es un elemento recurrente en las narraciones que los combatientes podían olerse
Es matizable, hubo casos en que el Vietcong tenía sus túneles justo debajo del campamento estadounidense.
En el caso estadounidense destacaban en la selva por su olor a tabaco e insecticidas que se notaban mucho.
Hablamos de un ambiente «pródigo en olores». En un campamento además, con sus letrinas, es más fácil que otra más pase desapercibida. Aun así en Vietnam igual que los viets notaban el olor a tabaco, insecticidas o jabones, los norteamericanos notaban el del pescado fermentado de las salsas vietnamitas.
En cualquier caso no hablamos de una selva inmensa (aunque luego se escondan bajo nuestros pies; con todo en lo de los túneles hay bastante mito) sino de un peñasco, tan rocoso que apenas hay sitios donde excavar. Cuidado además con las cuevas de los acantilados, que se forman por acción del mar, es decir, son batidas por las olas durante los temporales, y estamos en febrero.
En la Salvaje Mayor la única manera de poner algo es llevar una estación de radar (será entretenido descargarla por los arrecifes) y una pequeña guarnición, y rezar para que el contrario no le dé un repaso nocturno con un destructor. Recuérdese que los 200 km entre Santa Cruz y la isla puede recorrerlos un destructor en cuatro horas sin despeinarse. Es decir, puede partir al atardecer, bombardear la isla hasta no dejar títere con cabeza, y volverse antes de la amanecida. Eso si no llega un comando en submarino o en planeador para aguarnos la fiesta.
En resumen, se trata del típico lugar en el que hay más que perder que ganar.
Saludos