La Turquía de Erdogán se ha comido por los pies a la de Ataturk
Desde que me he convertido en el Pelmazo de la Demografía, no paro de recibir e-mails de este cariz: "Si estamos asistiendo realmente a la muerte de Europa, ¿cómo es que nadie habla de ello, salvo tú y cuatro gatos tan pirados como tú?". Bueno, lo cierto es que no somos los únicos en hacerlo.
"El trastorno global previsto carece de paralelo en la historia de la Humanidad". ¿Qué es esto, un pedazo de alarmismo extravagante sacado de la página 173 de mi último libro? Pues no. ¿Una de las típicas salidas de tono de la difunta Oriana Fallaci? Pues tampoco. Quien así habla es el Departamento de Población de Naciones Unidas, que prevé para las próximas cuatro décadas una transformación demográfica nunca vista, tanto por su vastedad como por su velocidad. Europa Central y Oriental experimentará una profunda despoblación: Alemania perderá el 10,3% de su población; Polonia, el 20,5; Rusia, el 24,3%; Bulgaria, el 35,2. Por lo que hace a Europa Occidental, el aumento demográfico se deberá casi en exclusiva a la multitudinaria inmigración procedente de Asia y África.
No lo digo yo, lo dice la ONU. Desde que me convirtiera en el Al Gore de la demografía (aunque, sí, entre mis adeptos hay menos famosetes), estoy flipando con los argumentos de mis oponentes. Los hay que sostienen que mis cifras están infladas: y es que, como todo el mundo sabe, la tasa de natalidad de Italia no es 1,2, sino 1,25; además, es del género tonto sugerir que la islamización de Europa tendrá lugar allá por el 2025, o por el 2040, pues, como todo el mundo sabe, sólo empezará a asomar la patita allá por el... bien, lo cierto es que mis críticos no acaban de meterse en ese jardín.
Curiosa manera de razonar, la de esta gente: sí, vamos directos al despeñadero, pero no tan rápido como dice Steyn: porque las aguas del Niágara fluyen despacito, así que no hay de qué preocuparse.
Pues nada, yo seguiré en mis trece, ateniéndome a mi calendario, porque da la casualidad de que el cambio demográfico corre que se las pela. Tomemos, por ejemplo, una población de 10 millones de personas; pongamos que el 90% tiene 1,25 hijos por pareja (he aquí la tasa italiana de fertilidad), mientras que el 10% restante tiene 3,5 (la tasa estimada de fertilidad de los musulmanes europeos). Los "italianos" tendrán, pues, 5,6 millones de hijos y 3,5 millones de nietos; los "musulmanes", 1,75 millones de hijos y 3,1 millones de nietos. O sea, que el marcador registrará tablas en apenas dos generaciones. Y eso que no hemos tenido en cuenta la incesante inmigración ni... la emigración (elemento que ya tienen en cuenta los alemanes, los británicos y los holandeses a la hora de hacer sus cálculos), ni las tasas, cada vez mayores, de conversiones religiosas.
La más inteligente observación que pudo escucharse durante los fastos por el 50º aniversario de la UE la hizo Benedicto XVI. El Papa dijo: "Desgraciadamente, uno ha de advertir que Europa parece estar recorriendo un camino que podría conducirla a quedar fuera de la Historia". Puede que una Bélgica o una Suecia islamizadas sean lugares muy agradables, ¿quién sabe? La madre del cordero es que, si subcontratas tu futuro, tu futuro dependerá de lo que hagan los tipos a los que has encargado la tarea.
Me pregunto si a Su Santidad le mandan los correos que me mandan a mí. Los más estridentes me tachan de "racista"; los más calmos me advierten de que países musulmanes como Túnez tienen ya tasas de natalidad cuasi-europeas. Vayamos por partes; en primer lugar, a eso de que soy "racista". Evidentemente, el islam no es una raza, y entre sus seguidores los hay más blancos que una pared encalada. Pero es que, además, lo que me resulta chocante es que se considere "racista" llamar la atención sobre el suicidio de Europa. Si tuviera rabo y se pasara el día colgado de un árbol en medio de la selva, o si fuera él y no el oso polar de Al Gore quien se estuviera pelando de frío en un casquete de hielo, todo quisque estaría dejándose la pasta en la campaña Salvemos al Italiano. Pero como no es el caso, te llaman "racista" en cuanto sacas el asunto a colación.
Y ahora pasemos a examinar la cosa demográfica sin que ande enredando ningún WASP problemático. Desde hace algo así como un año hay un goteo incesante de noticias acerca de "quién perdió Turquía". Este moderno Estado laico musulmán, que concedió a la mujer el derecho al voto antes que el Reino Unido y que ha venido siendo amigo de Israel en una región bien hostil a éste, tiene ahora un primer ministro, Recep Tayyip Erdogán, que ha cancelado varios acuerdos comerciales con el Estado judío, ha censurado las elecciones iraquíes y no ha dado el plácet al embajador norteamericano por ser judío. Total, que el mejor amigo de la Entidad Sionista en la zona está empezando a tener la misma pinta que cualquier Islamistán de ésos que se pasan la vida dando mueras al Gran Satán.
Como escribía recientemente Michel Gurfinkiel en Commentary, desde el colapso del Imperio Otomano ha habido dos Turquías: la de Rumelia, es decir, la europea, y la de Anatolia, es decir, la de Asia Menor. Kemal Ataturk era de Rumelia, así como la mayoría de sus partidarios. Fueron éstos quienes erigieron la moderna república turca, ante la un tanto reluctante Anatolia, donde nunca se aceptó la separación entre el islam y el Estado decretada por Ataturk.
Turquía ha pasado de los 14 millones de habitantes con que contaba en 1923 a los 70 millones de la actualidad.
La mayor parte de tal crecimiento demográfico hay que anotárselo a Anatolia, cuya población rural ha emigrado y, así, saturado las antaño firmemente kemalistas ciudades del país. Así pues,
la Turquía laica y moderna de Ataturk se ha visto desbordada por la Turquía del islamismo feroz. He aquí una lección demográfica extraída de un país completamente musulmán, sin rostros pálidos de por medio.
Total, que el hecho de que la tasa de natalidad se encuentre en retroceso en Túnez no representa consuelo alguno: como mucho, servirá para sacar a los musulmanes moderados de la ecuación a las primeras de cambio, como ha sucedido en Turquía.
El Departamento de Población de la ONU dice que la transformación demográfica en que estamos inmersos no tiene precedentes. El Papa piensa que los europeos han puesto rumbo hacia la nada. Yo, por mi parte, no pretendo tener todas las respuestas. Pero los alabarderos de la complacencia que nos aseguran que no hay siquiera preguntas que plantearse están como una cabra, o es que son unos falsarios.
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