Por Eleuterio Fernández Huidobro (senador de la República)

Ojalá que la Cámara de Representantes, en estas últimas horas de labor parlamentaria antes del receso, apruebe la Ley de Defensa (ya votada en el Senado).
Ese fue uno de los compromisos programáticos asumidos por el gobierno durante la campaña electoral de 2004 y una gran reforma de una parte grande del Estado. El citado compromiso incluía la mayor participación social y política posible en el emprendimiento.
Y así fue: no debe haber Ley en cuya redacción haya participado tanta gente ni para la que se hayan organizado tantos "seminarios" y actividades por el estilo incluso con presencias internacionales especializadas.
En el capítulo "Defensa", además de lo mucho que se hizo, esta Ley fundamental y de cambios tan profundos, ha sido a nuestro juicio el mayor hito.
Por añares el país careció de algo parecido. Jamás militares y civiles participaron en reflexión tan honda acerca de un tema nacional tan señalado como ese. El resultado fue una aprobación prácticamente unánime en el Senado y, como es de esperar, otra definitiva en la Cámara de Representantes.
Demostración palpable de que se puede (y debe) alcanzar acuerdos "de Estado" que mediante una Ley como en este caso, tracen rumbos claros hacia horizontes de mediano y largo plazo.
Tal vez nos podamos reprochar no haberla aprobado antes pero queda claro que una vez aprobada, el próximo gobierno, sea quien sea, tiene la esencia de su "Programa" para esos asuntos resuelto: la Ley obliga a poner en marcha un vasto abanico de grandes cambios e incluso la aprobación de otras leyes.
De tal envergadura que muy probablemente, tal como sucedió en otros países, no alcancen cinco años para implementarlos.
Una de sus columnas vertebrales es el concepto de "conjuntez" (perdón por el idioma) o la teoría (por llamarlo de algún modo) de "lo conjunto".
Por nuevo (aunque no lo sea por otros lares) en su dimensión actual da lugar a confusiones.
Los avances científicos pero en especial los tecnológicos han impactado enormemente sobre las cuestiones militares y de defensa (no son la misma cosa) que, a su vez, han sido propulsoras de dichos cambios. Como siempre y desgraciadamente, la guerra impulsa a las universidades y a la ciencia de los países "centrales" en la carrera por obtener el predominio en ese terreno. Por su parte, esos mismos descubrimientos vuelven a la órbita industrial civil en un círculo de retroalimentación que muchas veces es perverso. En aquellos países los enormes gastos militares esconden y "justifican" un formidable subsidio a la industria.
Al fin y al cabo toda esa parafernalia tecnológica que mucho se parece a la ciencia ficción y que podemos ver aplicada en las guerras que para nada son de ficción aunque se trasmitan por televisión en vivo y en directo, evidencia lo que venimos diciendo.
Entonces aquellas guerras de otrora (pero no de hace tanto tiempo) hoy resultan imposibles. Que la marina, la aviación y el ejército de tierra actúen por separado con muy pocas ligaduras entre sí es cosa de museo. Y el militar que intente seguir haciéndolo está por obsoleto fracasado.
La tecnología disponible en todos los órdenes obliga pero a la vez permite utilizar dichas fuerzas "en conjunto". Y por lo tanto de ese nuevo modo debe funcionar también el cerebro de los militares, su entrenamiento, y sus sistemas organizativos. Es como si viejas concepciones hayan saltado por los aires para nunca más volver. Lo mismo pasa en empresas y otras aplicaciones civiles. Por ejemplo: la industria logística de hoy sería imposible sin los mismos avances tecnológicos y las mismas concepciones organizativas y de ejecución.
Las comunicaciones son tan abarcativas y veloces (prácticamente "on line"); los sensores de variadísimo tipo aportan tanta información al mismo tiempo; y las armas de tan largo alcance y extremada precisión además de teledirigidas, que un militar al comando hoy dirige (y debe estar capacitado para ello) aviones, tanques, infantería, misiles y barcos golpeando al mismo tiempo sobre un punto desde lejanos confines. Y maneja información, tanta, que a no ser por las computadoras quedaría "sepultado" e inutilizado por ella.
"Lo conjunto" fue algo incipiente en la guerra relámpago, principalmente acorazada, de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial.
Pero entonces viable solamente para campañas de decisión rápida (invasión y caída de Francia) e inviable para las de larga duración (la Unión Soviética). No estaban disponibles las tecnologías de hoy que permitieron y permiten desarrollar enormemente aquella idea de Lidell Hart y De Gaulle (a quienes no les hicieron caso) y de Guderian (a quien sí le hicieron caso).
La confusión es tentadora, por ejemplo, para creer que "lo conjunto" es eliminar la Fuerza Aeronaval y "meterla" adentro de la Fuerza Aérea para "ahorrar" eliminando especializaciones imprescindibles y cayendo en un simple "rejunte". Lo conjunto no sólo no elimina las especializaciones sino que las reclama. El cambio radical estriba en luego poder y saber aplicarlas juntas.
Perdón por la perorata pero de otro modo resulta difícil comprender los cambios en marcha. En cuestión de horas esa Ley será aprobada pero en octubre también decidimos si seguir por esos rumbos o volver al caos del pasado.