BAE Orión, un ‘hogar’ en alta mar
El viaje integró a nacionales y extranjeros; marinos y civiles, en una comunidad cuyo mayor reto fue convivir
Ronald G. Soria
Para los miembros de aquella especie de vecindario móvil y transitorio llamado Buque Orión que hasta el pasado sábado recorría un tramo del océano Pacífico, el sistema de comunicación interna resultó como la voz anónima de la novela futurista de George Orwell -1984-, donde un Gran Hermano controla la vida de todos y sobre el que nadie sabe nada.
Casi todo lo que ocurría en el Orión se manifestaba bajo su influjo. A las 06:30 se tocaba la diana, el toque militar que despertaba a la tropa, pero que retumbaba en los tímpanos de todo el mundo.
A partir de esta señal se observaba un correrío por los pasajes del buque. Cada quien buscaba un cupo en los baños distribuidos en las diferentes cubiertas, apresurados porque el suministro de agua caliente terminaba a las siete y media.
También porque luego había que ir en busca del desayuno; y, media hora después, encaminarse hasta la proa donde se daba el paso de lista. Con ese sistema los capitanes de cualquier embarcación en los mares del mundo calman una preocupación que les quita el sueño: dejar a uno de sus pasajeros a medio camino.
Así, entre aviso y aviso transcurrieron las tres semanas que duró la larga travesía científica del BAE Orión, a lo largo de más de 1.500 millas, entre costas ecuatorianas y las islas Galápagos, tras el rastro de El Niño.
Al igual que la embarcación, que seguía un rumbo con paradas determinadas marcadas en una carta náutica, la tripulación y los civiles tenían una hoja de ruta que cumplir dentro de ella.
Las reglas del viaje
Desde las primeras horas embarcados en el Orión los civiles fueron anticipados que la vida en el buque dependía de un régimen. Primero, a cada quien se le entregó una dotación de chaleco, almohada, frazada, toalla y se los distribuyó en un camarote determinado. Se les dijo que de lo que ocurriera con esa dotación y de la limpieza de sus habitáculos era parte de sus responsabilidades en un sitio que durante tres semanas sería su hogar.
Había que entender que todos -marinos y civiles; nacionales y extranjeros- serían parte de una gran familia. Y como en toda casa, había horarios que cumplir: para el agua caliente en las duchas; para el desayuno, el almuerzo y la merienda. Quien no estaba a la hora indicada, corría el riesgo de no comer. Se impuso también un horario de lavandería.
En esas primeras horas se explicó que permanentemente todos los ocupantes del Orión estaban obligados a estar atentos a los ejercicios de zafarrancho y a participar de estos, pues cada quien estaba obligado a correr hacia uno de los botes inflables y esperar una posible orden de desembarco del capitán. Algo que no se dio porque de antemano se explicó que era parte de un ejercicio.
“Estaremos solo durante 19 días. Nadie más que nosotros cuidaremos de que nada nos pase. Debemos saber qué hacer si se presenta la ocasión”, recomendó el teniente Giorgio de la Torre, jefe científico de la expedición.
En las tres semanas de la travesía, solo en dos ocasiones sonó la alarma. La primera fue una media mañana, cada quien agarró una frazada, un tanto de agua y algo que considerara primordial para su supervivencia y luego buscó el sitio que se le había asignado previamente. Supuestamente, el Orión, el barco insignia del ala científica de la Armada ecuatoriana, estaba a punto de zozobrar.
Cada civil embarcado en el Orión fue admitido al presentar un proyecto de investigación que desarrollaría durante el crucero. Es decir, tenía una agenda que cumplir. Sin embargo, ya embarcado, se le asignaron otras ocupaciones. Entre estas, la obligación de presentar sus proyectos en una charla ante el personal científico. Si no tenía nada preparado, tenía entonces un reto que cumplir.
Adicionalmente, y de manera más formal, cada civil fue distribuido a uno de los cuatro equipos encabezados por miembros de Inocar. Estos eran los encargados oficiales de ejecutar la investigación en torno a las condiciones del mar y de la atmósfera. Una información que será analizada y comparada con los resultados de travesías ejecutadas paralelamente por embarcaciones de instituciones similares de países como Perú y Chile.
En la ejecución de estas tareas, no importaba si era medianoche o de si su horario se cruzaba con la hora del desayuno, el almuerzo o la merienda. Bastaba que la voz anónima anunciase que el buque estaba a 20 minutos de alguna estación y todos los civiles corrían en busca de la popa. Ahí ocupaban sus puestos detrás de las cuatro winchas con las que está adecuado el Orión. Suben y bajan las sondas, rosetas y redes, con las que se obtiene la información.
Pero no siempre la alerta de la voz en “off” traía noticias relacionadas con el trabajo o la obligación de estar en el repaso de lista en la proa. Tres veces al día se escuchaba un anuncio que con el paso del tiempo se volvió familiar y hasta esperado: “cantina abierta”.
Cuando en el primer día se instruyó de su existencia, alguien preguntó: “O sea que es la hora del trago”. Hubo que aclararle que para la tripulación del Orión aquello de cantina abierta era lo mismo que el servicio de un bar en el recreo para los alumnos de cualquier colegio del país.
Por el Sí y el No
Pero había otros ingredientes que se ajustaban a la urgencia de hacer más llevadera la rutina, a dos o cuatro días de viaje de tierra firme. Ese fue el fin de la “emisión clandestina” de Radio Guaraca -a través del comunicador interno- cuya sala de noticias se “ocultaba” en la intimidad de uno de los tantos camarotes del barco. En algún lado también quedaba la sala de redacción de un periódico anónimo, “El Hocicón, diario pobre, pero honrado”.
La mañana del 28 de septiembre, a casi 400 kilómetros de tierra firme, el Orión vivió también la confrontación entre el Sí y el No. Todos estaban obligados a votar: extranjeros, militares. Uno de los defensores del Sí, era el propio comandante del buque.
A diferencia de lo que ocurrió en el Ecuador continental, en esa pequeña isla móvil llamada Orión ganó el No, pero un “no” a las conferencias, a las raciones alimenticias... actividades propias del crucero.

reto particular
Los posgradistas de la Universidad A & M de Texas diseñaron vasos conmemorativos que sumergieron a 500 m.
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noche de pastel
Cada grupo de extranjero fue convidado a ‘mostrar’ parte de la gastronomía de su país. Hillary Hall (i) y Amy Eisin prepararon un pastel de chocolate.
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elecciones
El 28 de septiembre el Orión tuvo su proceso electoral. La imagen muestra el momento del conteo de los votos